En la actualidad, existe una costumbre en creciente expansión
y es que, al vivir en una sociedad, ya sea país, ciudad, núcleo familiar,
entorno entre amigos, trabajo…cual sea el caso, existe un contrato no escrito
de llevarnos bien. Esto es lo que llamo, “el vicio del amor racionalizado”.
Al amor, lo entenderemos como algo mucho mayor que el sólo
deseo de pertenencia…da para arto que hablar, por cierto...pero, ¿qué es esto
de racionalizar el amor como un vicio?
Queramos o no, las estructuras de pensamiento, la moral y la
ética, son tan útiles a la hora de definir las relaciones humanas, como tratar
de encajar al universo en una sola teoría…
En ocasiones, nos encomendamos a la tarea de juzgar al
prójimo por lo que debería ser, en este contrato no escrito de llevarnos bien.
Así, ponemos toda nuestra energía en mantener nuestra postura inquisidora sobre la salida de “los estándares sociales de lo que esperamos de alguna persona", descuidando cualquier esfuerzo que
podamos hacer por fortalecer los lazos amorosos que nos conectan como seres
humanos.
Entonces, en este vicio del amor racionalizado, depositamos
en el prójimo la responsabilidad de sentirnos bien con nuestra vida, y no nos
hacemos cargo de nuestras propias batallas, o de ponernos en el lugar de quien nos necesite.
Entonces, apoyarnos en aquellos que nos empujan a avanzar, o
nos sostienen ante alguna inminente caída emocional, (algo totalmente humano,
nada de qué avergonzarse), es una muy útil forma de enfoque, para dejar de
alimentar el odio, los celos, la envidia, la desidia…elementos nacidos de la ignorancia y
el miedo…hijos del vicio del amor racionalizado.
Hacer un poco de silencio, a veces, aquieta muchas de estas racionalizaciones.
DAVID MOISÉS ENOC
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