De paso por la ciudad en estos
días, he visto como algunas antiguas construcciones han sido reemplazadas por
modernos edificios departamentos, oficinas comerciales, y/o estacionamientos.
En un entorno que llama a la
adaptación, frente al evidente progreso o crecimiento de la población, sea cual
fuere el caso, hay algo que atrae mi atención de manera particular, y es la
imagen de una vieja construcción que ha sido protegida por estructuras y
soportes metálicos, mientras las capas de hormigón amenazan con desprenderse,
aún frente al notorio afán por mantener la construcción en pie.
El tiempo pasa, y se van
modificando las necesidades del entorno, así como también van cambiando los intereses.
En la ciudad, en el campo, en nuestras propias viviendas, y en nuestro modo de
pensar.
Ahí es donde quiero detenerme.
Antiguas estructuras mentales de
pensamiento requieren, continuamente, asumir el avance y crecimiento de la
conciencia, modificándose, adaptándose, e incluso, destruyéndose para volver a
conformarse de acuerdo a los nuevos horizontes.
Existe, sin embargo, un cierto
afán por mantener viejas estructuras mentales, que no se adaptan ni a nuestras
necesidades inmediatas, ni tampoco a nuestras necesidades de evolución. Tal son
estas estructuras de soporte que, lejos de ofrecer robustez a nuestros pensamientos,
lo que hacen es sostener un formato de razonamiento que se aparta de toda
lógica.
Finalmente, cuando estos
pensamientos terminan por desmoronarse, quedan en pie los soportes, las
estructuras que los sostenían. Quedarán aún en pie esos pilares de contención
que difícilmente darán paso a una mente fresca, vacía.
Claro está que el mejor escenario
para emplazar una nueva construcción es un terreno vacío, donde podamos
disponer de todo el espacio, y así generar nuevos cimientos, adecuados a las
necesidades actuales y de crecimiento, hasta que, estas estructuras requieran,
nuevamente, ser destruidas, para dar paso a un nuevo estado de conciencia.
Con el paso del tiempo, vemos a los niños
crecer, y convertirse en adultos, a la vez que nos vemos enfrentados al
doloroso episodio de despedir a nuestros seres más amados. Así es como nuestra
permanencia en este mundo nos solicita, constantemente, adaptación y
conciencia.
Obrar con respeto, actuar con compasión,
para no despojar al prójimo de sus propias verdades, respetando las creencias
de todo ser viviente. Cualquier intento de imponer el propio pensamiento por
sobre los deseos de cada cual, no es más que la muestra de que somos los
primeros en requerir una total demolición de la estructura de pensamiento.
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